Llegó otra vez el momento de corregir exámenes y poner las notas finales. Una vez más me enfrenté a la tarea con el firme propósito de aprobar a todo el mundo. Y de nuevo fui incapaz. Simplemente, hay alumnos que no se dejan. Porque uno no puede dejar pasar a un chico de 19 años, matriculado en el departamento de español, que se ha tirado dos semestres yendo cada día a clase de español y saca un uno o un dos sobre diez en un examen del que prácticamente les había dado las respuestas.
El problema ya no es solo de método o de habilidad. Hay un déficit básico, de capacidad y de motivación. De filtro.
Ya hace tiempo que bajé del burro y paso a los que tienen muy buena asistencia y sacan más de tres sobre diez en el examen. Pero algunos (hasta cinco en alguna clase de 25) ni así.
¿Descorazonador? Bueno, ahí se entona el "shikataganai" y a mirar hacia adelante, a fijarse en los que te obligan a ponerles un 10 sobre 10.